lunes, 18 de junio de 2012

Aumenta 2do y 3er embarazo en adolescentes

Autor: La Tercera El Semanal
Fecha: 18 de junio de 2012
Tainá y Najara son gemelas. Tuvieron su primer hijo a los 16 años. A los 19, tuvieron el segundo. No están solas. Las madres adolescentes se están volviendo a embarazar: entre 2005 y 2009, los segundos embarazos en este grupo etario crecieron en un 40%. Las autoridades no saben cómo solucionarlo.

Tainá Rodríguez recorre la feria en busca de su madre. Muy temprano, cuando fue a dejar a su hijo Yaddyel -de dos años- al jardín infantil de su población, pensó que sería bueno visitar a su mamá y tomar desayuno juntas, ya que su segundo embarazo la hace comer más de lo habitual. Pero la madre había salido a comprar. La calle Río Las Leñas, de la población Mamiña de Puente Alto, se hace aún más estrecha con los puestos de los ferianos.
Tainá encuentra a su mamá que anda con su hermana Verónica, quien lleva a sus hijos menores en coche. Es enero y el sol pega fuerte. Con el coche y sin querer, pasan a llevar a una mujer joven que también camina por la calle. “Disculpe”, dice Tainá.
La joven la increpa. Tainá se enoja y empiezan a pelear. La mamá y su hermana le gritan que tenga cuidado. A pesar de la apariencia frágil de Tainá, pega con fuerza y deja sangrado a la otra adolescente. Madre y hermana apartan a Tainá y salen corriendo a su casa.
Le insisten a Tainá que se quede escondida en la pieza que arrienda con su pareja, Paul, y que no salga a la calle. Durante el resto del día, un auto se dedica a buscar a Tainá por la población. La joven agredida es hija de un conocido narcotraficante de la población y en las calles se dice que buscan revancha. Tainá, su hermana y su madre toman la decisión de partir con toda la familia esa misma noche de la población. No llevan bolsos ni saben dónde ir.
Los recibe Najara, gemela de Tainá, quien vive con su pareja; también con su suegra y con sus dos hijos en la comuna de Peñalolén. Las hermanas se abrazan. Muchas cosas han pasado por sus vidas.
El problema es que Tainá y Najara acaban de cumplir 19 años.
Año 2009. Najara ya lo había decidido. Los días viernes salía temprano del colegio. Era perfecto. Irían con Jorge, su pololo de 19 años, que vivía en Peñalolén, a leerse las cartas con una bruja que estaba cerca de la casa de él. Tenía 16 años y sentía una corazonada.
Viajó más de una hora desde Puente Alto para encontrarse con Jorge. Hacía un tiempo ya que quería tener un hijo. “Veía a las mujeres en la tele, les veía la guata y yo también quería tener una panza así de grande”, cuenta Najara.
Las cartas le dijeron lo mismo que el pequeño abdomen que se le asomaba: estaba embarazada. La bruja, además, vaticinó que sería mujer, que la pareja viviría junta y que luego tendrían un hombre. Con la noticia partieron a la casa de Jorge, en la población Lo Hermida. Le contaron a la mamá de él que Najara estaba embarazada, pero ya sabía. “Jorge, cualquier problema que tenga Najara en su casa, te la puedes traer para acá”, le ofreció su madre.
Estaba oscuro cuando regresaron a la casa de la joven. Apenas llegaron se encerraron con la mamá de Najara en el baño que tiene la casa de la calle Río Volcán. Cuando le contaron que esperaban una niña, la mamá les pidió que salieran del cuarto y lloró. Tal cual como lo había hecho cuando supo del embarazo de Verónica, su hija mayor, cuando ella tenía 15 años. Y luego de que Stephanie, su segunda hija, le informara de su embarazo, a los 16.
Esa misma noche, Jorge se llevó a Najara a Peñalolén con lo puesto. “Pero si ahora él me tiene que comprar ropa”, demandó Najara.
Tenía tres meses de embarazo.
Kendra, la hija de Najara, llamada así por la rubia conejita Playboy, nació el 16 de marzo de 2009, por cesárea.
Cuando eran niñas, Najara y Tainá jugaban a las muñecas y soñaban con tener hijos. Se prometieron que si una tenía un hijo, la otra también tendría uno, para que se criaran juntos, como hermanos, tan unidos como ellas. El 18 de diciembre de ese mismo año nació Yaddyel, el primer hijo de Tainá.
Nueve meses antes, su mamá la sorprendió con un test de embarazo: se lo hizo a regañadientes en el baño de la casa. Las mujeres de la familia miraron expectantes los pocos segundos que demoró en marcarse el signo positivo. Su mamá nuevamente lloró. Por primera vez, una de sus hijas enfrentaría un embarazo sola. Hasta el día de hoy, nadie sabe quién es el padre de Yaddyel.
“Llamaba la atención quién era el papá de la guagua”, comenta Najara. “Siempre nos hemos preguntado si es un cabro que estaba preso, si era del colegio, si era el de la esquina. Pero ella nunca lo quiso decir”. No recibe pensión alimenticia y su primer hijo lleva solamente los apellidos de ella.
El segundo y tercer embarazo de jóvenes entre 15 y 19 años tuvieron un aumento de 39,9% entre 2005 y 2009. En Puente Alto ese incremento es de 55%.
Pero llegó un segundo hijo para Najara: Eloy nació el 24 de septiembre de 2011. No estaba planificado. Estaba terminando sus estudios en un dos por uno y trabajaba de garzona en un restaurante de Irarrázaval. Najara se inyectaba mensualmente un anticonceptivo, pero muchas veces olvidaba ir al consultorio, a una cuadra de su casa.
Cuando ocurre un segundo embarazo adolescente, “generalmente, es porque no siguieron con el método”, explica Cecilia Gatica, matrona del Centro de Salud Familiar Santo Tomás, en La Pintana. “Perdieron continuidad de controles por no solicitar hora o por inasistencias, y no siguieron con el método”.
Después de un corte de luz, pocas horas después de que su hermana Najara había dado a luz a su segundo hijo, Tainá salió a la calle con sus vecinos. Ahí se topó con Paul Torres. Lo había visto antes, pero nunca habían conversado. Esa noche se pusieron a pololear.
“Yo le dije que se viniera a vivir conmigo, si nos veíamos todos los días. Mi mamá no nos dejaba dormir juntos, porque no teníamos algo serio, como un hijo. Dormíamos en un camarote, él arriba y yo abajo. Pero igual nos pasábamos”, dice. El hijo no se demoró en llegar.
“Quedé embarazada porque yo quería”, cuenta Tainá. “Si tú ya tienes un hijo y tú te juntas con otra persona, obviamente igual va a querer que tengas un hijo de él”.
Paul, además, ejerce el rol de papá de Yaddyel.
“Un nuevo embarazo trae recompensas ”, explica Sandra Monreau, matrona de la Unidad de Adolescencia del consultorio Alejandro del Río, en Puente Alto. “La familia está pendiente, la pareja vuelve, el niño tiene con quién jugar”. Con el primer embarazo, la familia se enoja, pero se les pasa luego y todos se emocionan con la llegada de la guagua. La adolescente que pasaba inadvertida en su casa, se vuelve visible y todos se preocupan de ella: la familia y el sistema de salud. “No queremos que se embaracen, pero ellas lo desean, camufladamente”, agrega la matrona.
“No lo explicitan, pero si hablas con ellas, te das cuenta de que se exponen”, agrega María Luisa Morales, sicóloga de la misma unidad.
Cuando las gemelas llegaron a Puente Alto con sus papás y hermanos, en los años noventa, recién se estaban habilitando las poblaciones que hoy son sinónimo de pobreza y narcotráfico. Los bloques de departamentos frente a su casa no existían y los niños jugaban a la pelota en la calle. Eran familias jóvenes con hijos chicos, que buscaban un mejor futuro con el sueño de la casa propia.
“Las niñas más grandes empezaron a quedar embarazadas y los niños se volaban”, recuerda Najara. La pasta base comenzó a correr por las calles. La población está en el paradero 47 de Santa Rosa. La última vez que salió en las noticias fue en noviembre de 2011. Dos jóvenes se mataron a balazos.
“Mi mami iba a trabajar por nosotros”, dice Najara. “Cuando le pagaban, nos compraba a todos ropa. Trabajaba porque necesitaba. Si ella se quedaba en la casa, ¿quién nos daba? Nadie”.
De a poco comenzaron a llegar los nietos a la casa. Hoy, tiene 46 años, seis hijos, 11 nietos y dos en camino. “Nosotros le decimos a mi mamá: No te dimos estudios, pero te dimos un montón de nietos”, cuenta Tainá.
Peñalolén. El cuerpo de Paul cada vez lo adornan más tatuajes. En su pecho ya tiene cuatro: el nombre de tres de sus ocho hijos y de Yaddyel. En su espalda están Eloy y Kendra, sus ahijados, y en uno de sus brazos, el nombre de Tainá.
Paul fue padre por primera vez a los 16 años, hoy tiene 24 años, siete hijos, más el que espera con Tainá. Son de tres madres distintas, Tainá es la cuarta. Todos, menos el primero, fueron planificados. Le gusta ser papá. Verlos crecer, disfrutarlos: “Lo que no hicieron con uno”, cuenta. “Mi papá lleva preso desde que yo nací”. Paul tenía dos meses cuando su papá se fue a la cárcel. Su mamá lo dejó con sus abuelos y se fue.
“Son chiquillos súper carenciados que han tenido experiencias, muchos de ellos, donde ven la paternidad como forma de validación”, asegura Viviana Sagredo, asistente social del consultorio Alejandro del Río.
“Me quiero rayar todo el cuerpo”, confidencia Paul.
Tainá se para con dificultad del colchón de dos plazas que tiene en el suelo. Los casi nueve meses de embarazo la cansan. Najara la acompaña todos los días. Después de ir a dejar a Kendra y a Eloy al jardín se va con su hermana. Preparan almuerzo y juegan con Yaddyel. Jorge y Paul están en el trabajo, en clínicas del sector oriente. Jorge trabaja en la cocina y Paul, en la construcción. Llegan tarde y cansados. Desde la noche anterior que está con contracciones.
La guagua ya está encajada y tiene como fecha límite para nacer el 15 de junio. Ese día tendrá nombre propio y un tatuaje en el cuerpo de su padre.

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